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Escuchando al niño: es importante estar conectados. Obra de: "Rosa Mª Gallego" |
Con referencia al "niño interior"
puedo decir que no dudo de su
existencia. Cuando desconocía el significado de éste término usado en psicología, tuve un
sueño que me dejó perpleja al despertar. Era de una estructura muy simple: sólo veía una imagen gigante de un primer
plano del rostro de una niña pequeña –como si ocupase toda una pantalla del
cine- que se reía de mi a carcajadas y
repetía que no sabía cuidarla. De alguna forma me estaba diciendo que la opción que había
tomado, en esos momentos de mi vida, no era la más óptima ni sana para mi
desarrollo, sino todo lo contrario. Con su mofa, ponía al descubierto mi
inaptitud de tomar las riendas de mi vida. Más que un simple
sueño, que casi todos están llenos de
símbolos por traducir, este me pareció una cruda realidad que emergió del
subconsciente como un buen consejero, que exponía
abiertamente la ineficacia de una determinación, en absoluto saludable, para
que pudiese tomar conciencia.
Evidentemente en aquella época todavía no había aprendido a escucharle, pero surgió en forma de sueño para ofrecer su
sabiduría: frenar una acción inducida por la parte adulta y hacerla recapacitar. Creo que si limpiamos los aspectos inmaduros de
nuestro niño interior, a parte de una buena conexión e integridad con nosotros
mismos, puede conectarnos con la sabiduría.
Nuestro "niño interior" quiere ser
cuidado, escuchado, respetado y sobre todo amado. Si no queremos darle la
atención y reconocimiento que se merece, podría causarnos problemas físicos o psíquicos.
Atendiéndole gozaremos de mejor salud y ganaremos sabiduría. Es importante que
escuchemos sus emociones, sentimientos y tengamos la suficiente paciencia de no abandonarle ni culpabilizarle cuando emerjan procesos enquistados, que lo único que quieren es la sanación.
En términos psicológicos llaman
“niño interior” a todas nuestras partes que no llegaron a madurar y que
esconden: dolor y heridas emocionales, pero puedo decir que también esconde a un sabio, que según sea el
calibre de las heridas emocionales estará más o menos despierto, en casos
extremos estará secuestrado y prácticamente anulado, pero aun así, siempre
dispuesto a despertar si alguien le tiende una mano.
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