La confianza es un factor
importante que no deberíamos de olvidar, sino más bien alentar. Ella es la que
nos inspira día a día a proseguir nuestra senda. Incluso cuando el sol se
esconde, nos sostiene e impulsa hacia delante, hasta que le vemos brillar de
nuevo.
Podemos confiar en:
El proceso de la vida
En nosotros mismos
En nuestros proyectos
En nuestros sueños
En nuestra intuición
escuchando el corazón
En nuestros ideales…
Donde hay confianza es más
fácil hallar soluciones, porque hay la
sensación de que ya existen, sólo hay que encontrarlas o crearlas, pero en
nuestro interior tenemos la certeza de que aparecerán y porque creemos se
materializarán, a pesar de que en un principio desconozcamos como se
realizarán. Nos libera de miedos, porque nuestro punto de mira se centra en
solucionar y no nos quedamos atascados frente a un problema en sí y esto nos aporta positividad a cualquier situación. Nos da más fuerza para superar cualquier obstáculo que pueda presentarse.
Hace que estemos abiertos
a la solución, abiertos a nosotros mismos, a los demás, a la vida, al universo…
y esta apertura se convierte en una
especie de radar que captará aquello que necesitamos en nuestra vida. Si
confiamos en la vida ella nos responderá y en algún momento sentiremos su
abrazo, a pesar de que quizás tengamos que hacer frente a alguna dificultad.
La confianza contiene la
esperanza y la fe. La fe es creer en lo que
todavía no vemos, pero en lo profundo de nuestro corazón sabemos que es
realizable y ya hemos oído: que la fe
mueve montañas. La confianza es una energía positiva que nos hace seguir adelante,
en nuestro día a día, aportándonos optimismo, alegría y bienestar. Es como una
fuente de vitaminas anímicas gratuitas a nuestra disposición, tan sólo tenemos
que decidirnos a tomarla.
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